Sunday, 20 March 2022

¿Hacer la paz o hacer la guerra? (Roberto Fineschi)

¿Hacer la paz o hacer la guerra?
(Roberto Fineschi)

Para hacer la paz hay que quererla evidentemente; y todos los sujetos implicados deben quererla. La pregunta es por tanto si efectivamente todos quieren hacer las paces. Llegados a este punto, debemos preguntarnos quiénes son los actores implicados.
Para responder, es necesario dejar inmediatamente de lado toda la retórica derechista-humanista y hablar de la cuestión aceptando que ahora mismo este terreno de confrontación significa omitir las causas reales, los objetivos reales, las estrategias reales. Después de todo, todos los sujetos en cuestión han demostrado ampliamente, en el pasado reciente y en el remoto, cuánto les importan los derechos humanos y la libre determinación de los pueblos: todos ellos son fieras sanguinarias.
Pero, ¿Quiénes son? Estados Unidos por un lado, Rusia por el otro. ¿Quiénes están involucrados? China y los Estados Europeos ricos.
¿Cuál es el objeto de la disputa? Incluso antes de la concreción geopolítica, el trasfondo en el que todo esto sucede es la difícil valorización del capital, típica del capitalismo crepuscular.
Desde hace años, los grandes Estados Europeos, Rusia y sobre todo China vienen desarrollando importantes convergencias de desarrollo económico. El gran proyecto de la Ruta de la Seda promete convertirse en un sistema de integración en un horizonte que va desde España hasta China, pasando por África, donde aumentan los intereses chinos. Los chinos no vienen con tanques, sino con una montaña de inversiones, con dinero, es decir: compran para producir riqueza. La suya es una hegemonía estructural que se implanta con una red capilar que sólo es posible gracias al sistema de inversiones que incluye la colaboración entre grandes capitales públicos y privados que actúan de manera coordinada. De esta forma, pueden desarrollar inversiones que el capitalismo "desordenado" occidental no puede realizar. En esta lucha "el objeto en disputa es la Europa Occidental", tanto para incorporarla como mercado, como sistema productivo.
Los Estados Europeos, más allá de sus tímidos, miopes y torpes intentos de organizarse, siguen siendo vasallos de los EE.UU. Esta condición de vasallaje fue garantizada tanto por la vía militar, con la victoria en la Segunda Guerra Mundial y todas las conspiraciones de la Guerra Fría, como por la vía económica, con ricas inversiones, la savia con la que se cimentó su bienestar. Ahora algunos de estos estados están impacientes, también porque el bienestar (en realidad el bienestar es solo un reflejo de la valoración del capital) ya no parece garantizado y buscan nuevos caminos que incluyen relaciones ventajosas (algunas existentes y otras en proceso de un mayor desarrollo) con China y Rusia. Estados Unidos, con una economía en dificultades, no puede permitir que esto suceda, pero no puede vencer económicamente. La valoración del gran capital de las barras y estrellas (no de los "americanos": muchos "americanos" tanto en Estados Unidos como en el resto del continente no tienen nada que ganar con la política de sus administradores) se inclina hacía sendas que no son estrictamente económicos. Por ejemplo, para conseguir que tus productos sean consumidos, puedes actuar para que los productos de otros no lleguen al mercado destruyendo sus redes comerciales, o simplemente por compulsión: tienes que comprar el nuestro aunque no te convenga. Por otro lado, se puede crear consenso para generar un consumo de bienes particulares (armamentos) comprados por el Estado; creando así una demanda por lo demás inexistente y conspicua para uno de los sectores que ejercen como motor de la economía nacional (la vieja carrera armamentista). Esto va en detrimento también de las clases populares nacionales, pero eso obviamente interesa lo justo a la administración central.
En resumen, separar a la rica Europa de Asia y mantenerla, para su desventaja, dentro del mecanismo de valoración del capital de las barras y estrellas. En mi opinión, esto es lo que está en juego. Si es así, se entiende perfectamente la política desarrollada durante décadas por la OTAN (lo que significa clases dominantes de los EE.UU.) ampliándose hacia el este y la puesta en escena de una trampa muy bien diseñada que, teniendo en cuenta los objetivos de Putin, no podía dejar de activarse. En resumen, el objetivo es "levantar un nuevo muro", que divida a Europa no solo de Rusia, sino también de China.
Si todo esto tiene un sentido, la guerra está ahí porque es parte de un plan estratégico de las barras y estrellas. Querrán hacer las paces (ciertamente no Zelensky, que es solo un instrumento, pues para la administración de las barras y estrellas los ucranianos son solo carne de cañón) solo cuando este objetivo esté consolidado. Por eso quieren que el pantano alcance un nivel adecuado de lodo y, al mismo tiempo, las industrias militares y las gasísticas ganen lo suficiente. Divide y vencerás.
El capitalismo crepuscular pone en marcha mecanismos de acumulación "irracionales" desde el punto de vista de la ventaja económica, en el sentido de que ciertos capitales hegemónicos se potencian poniendo condiciones coercitivas para el desarrollo del sistema de producción y consumo de modo que puedan potenciarse a expensas de otros que en cambio se potenciarían sin esas condiciones "artificiales". Es una especie de neocolonialismo de rapiña. Uno se pregunta cuánto puede resistir a largo plazo, pero los fantasmas "decisorios" razonan sobre la base de su propia posibilidad de supervivencia, no de la del sistema. Que no sean necesarios al sistema (al fracasar tras una posible derrota con los competidores) o que el sistema no exista (fracasar porque ya no juegas), dicho en estos términos para ellos es lo mismo: perderían.
La esperanza es que prevalga el sentido común, en el sentido de establecer nuevas reglas globales del proceso de valorización de forma no violenta. Para ello, los EE.UU. deben aceptar que ya no están solos y que además están en declive, y los demás deben aceptar pagar un buen tributo para que sean buenos.

Fare la pace o fare la guerra? di Roberto Fineschi

Fare la pace o fare la guerra?
di Roberto Fineschi

Per fare la pace bisogna ovviamente volerlo; e lo devono volere tutti i soggetti in campo. La domanda è dunque se essi vogliano effettivamente fare la pace. A questo punto bisogna ulteriormente chiedersi chi sono gli attori in campo.
Per rispondere è necessario da subito mettere da parte tutta la retorica diritto-umanista: parlare della questione accettando questo terreno di confronto significa da subito omettere le cause reali, gli obiettivi reali, le strategie reali. Del resto tutti i soggetti in causa hanno dato ampia dimostrazione in un passato recente e remoto di quanto stiano loro a cuore i diritti umani e l’autodeterminazione dei popoli: sono tutti delle belve sanguinarie.
Ma chi sono? Stati Uniti da una parte, Russia dall’altra. Chi sono coinvolti? Cina e Stati Europei ricchi.
Qual è l’oggetto del contendere? Prima ancora della concretezza geopolitica, lo sfondo su cui tutto ciò accade è la difficile valorizzazione del capitale tipica del capitalismo crepuscolare.
Grandi Stati Europei, Russia e soprattutto Cina stanno da anni sviluppando delle importanti convergenze di sviluppo economico. Il grande progetto della via della seta prospetta all’orizzonte un’integrazione di sistema che va dalla Spagna alla Cina e passa anche dall’Africa dove gli interessi cinesi sono crescenti. I cinesi non arrivano con i carri armati, ma con una montagna di investimenti, coi soldi, insomma: comprano per produrre ricchezza. La loro è un’egemonia strutturale che si insinua con una rete capillare possibile solo grazie al sistema di investimento che include la collaborazione tra grande capitale pubblico e privato che agiscono in maniera coordinata. Per questo riescono a mettere in piedi investimenti che il capitalismo “disordinato” occidentale non può realizzare. In questa lotta *l’oggetto del contendere è l’Europa occidentale*, sia come mercato di assorbimento, sia come sistema produttivo.
Gli Stati europei, al di là dei loro timidi, miopi e maldestri tentativi di organizzarsi in proprio, sono stati vassalli degli US. Questa condizione di vassallaggio è stata garantita sia manu militari con la vittoria della II guerra mondiale e tutte le trame della guerra fredda, sia per via economica con ricchi investimenti, la linfa su cui si è costruito il loro benessere. Alcuni di questi stati ora mordono il freno, anche perché il benessere (ma in realtà il benessere è solo riflesso della valorizzazione del capitale) non pare più così garantito e si cercano nuove strade che includono vantaggiosi rapporti (già esistenti e in via di ulteriore sviluppo) con Cina e Russia. Gli Stati Uniti, con un’economia in difficoltà, non possono permettere che ciò accada, ma non riescono a vincere sul piano economico. La valorizzazione del grande capitale a stelle e strisce (non degli “americani”: molti “americani” sia negli Stati Uniti che nel resto del continente non hanno nulla da guadagnare dalla politica dei loro amministratori) è incline a percorrere vie non strettamente economiche. Per esempio, per far sì che si consumino i propri prodotti, si può agire in modo che i prodotti degli altri non riescano ad arrivare per la distruzione delle reti commerciali, oppure semplicemente per costrizione: dovete comprare i nostri anche se non vi converrebbe. D’altro canto si può creare consenso affinché avvenga un consumo forzoso di beni particolari (armamenti) comprati dallo Stato; creare dunque una domanda altrimenti inesistente e cospicua per uno dei settori trainanti dell’economia nazionale (la vecchia corsa agli armamenti). Questo anche a svantaggio dei ceti popolari nazionali di cui ovviamente all’amministrazione centrale interessa il giusto.
Insomma, staccare l’Europa ricca dall’Asia e tenerla, a suo svantaggio, dentro il meccanismo di valorizzazione del capitale a stelle e strisce. Secondo me è questa la posta in gioco. Se è questa, si capisce bene la politica NATO (che significa classi dirigenti degli Stati Uniti) di allargamento a est sviluppata da decenni e la creazione della trappola ben congegnata che, tenendo conto delle mire di Putin, non poteva non scattare. L’obiettivo è insomma *tirare su un nuovo muro*, che divida l’Europa non solo dalla Russia, ma anche dalla Cina.
Se tutto questo ha un senso, la guerra c’è perché fa parte di un piano strategico a stelle e strisce. Loro vorranno fare la pace (non certo Zelensky che è solo uno strumento; e per l’amministrazione a stelle e strisce gli ucraini solo carne da cannone) solo quando questo obiettivo sarà consolidato. Quindi vogliono che il pantano raggiunga un livello di fangosità a ciò idoneo e che, allo stesso tempo, le industrie militari e del gas lucrino abbastanza. Divide et impera.
Il capitalismo crepuscolare mette in campo meccanismi di accumulazione “irrazionali” dal punto di vista del vantaggio economico, nel senso che certi capitali egemoni si valorizzano ponendo condizioni coercitive allo sviluppo del sistema di produzione e consumo affinché si valorizzino loro a discapito di altri che invece si valorizzerebbero senza quelle condizioni “artificiali”. È una sorta di neocolonialismo di rapina. Ci si può chiedere quanto possa stare in piedi nel lungo periodo, ma i fantomatici “decisori” ragionano in base alla possibilità di sopravvivenza di se stessi, non del sistema. Che loro non siano necessari al sistema (venir meno dopo un’eventuale sconfitta con i competitors) o che il sistema non esista (venir meno perché non si gioca più), messa in questi termini è per loro la stessa cosa: verrebbero meno.
La speranza è che il buon senso, nel senso dello stabilire in maniera non violenta nuove regole globali del processo di valorizzazione, prevalga. A questo fine gli US devono accettare che non ci sono più solo loro e che sono in declino e gli altri devono accettare di pagare un bel dazio affinché stiano buoni.

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