(Roberto Fineschi)
Para hacer la paz hay que quererla evidentemente; y todos los sujetos implicados deben quererla. La pregunta es por tanto si efectivamente todos quieren hacer las paces. Llegados a este punto, debemos preguntarnos quiénes son los actores implicados.
Para responder, es necesario dejar inmediatamente de lado toda la retórica derechista-humanista y hablar de la cuestión aceptando que ahora mismo este terreno de confrontación significa omitir las causas reales, los objetivos reales, las estrategias reales. Después de todo, todos los sujetos en cuestión han demostrado ampliamente, en el pasado reciente y en el remoto, cuánto les importan los derechos humanos y la libre determinación de los pueblos: todos ellos son fieras sanguinarias.
Pero, ¿Quiénes son? Estados Unidos por un lado, Rusia por el otro. ¿Quiénes están involucrados? China y los Estados Europeos ricos.
¿Cuál es el objeto de la disputa? Incluso antes de la concreción geopolítica, el trasfondo en el que todo esto sucede es la difícil valorización del capital, típica del capitalismo crepuscular.
Desde hace años, los grandes Estados Europeos, Rusia y sobre todo China vienen desarrollando importantes convergencias de desarrollo económico. El gran proyecto de la Ruta de la Seda promete convertirse en un sistema de integración en un horizonte que va desde España hasta China, pasando por África, donde aumentan los intereses chinos. Los chinos no vienen con tanques, sino con una montaña de inversiones, con dinero, es decir: compran para producir riqueza. La suya es una hegemonía estructural que se implanta con una red capilar que sólo es posible gracias al sistema de inversiones que incluye la colaboración entre grandes capitales públicos y privados que actúan de manera coordinada. De esta forma, pueden desarrollar inversiones que el capitalismo "desordenado" occidental no puede realizar. En esta lucha "el objeto en disputa es la Europa Occidental", tanto para incorporarla como mercado, como sistema productivo.
Los Estados Europeos, más allá de sus tímidos, miopes y torpes intentos de organizarse, siguen siendo vasallos de los EE.UU. Esta condición de vasallaje fue garantizada tanto por la vía militar, con la victoria en la Segunda Guerra Mundial y todas las conspiraciones de la Guerra Fría, como por la vía económica, con ricas inversiones, la savia con la que se cimentó su bienestar. Ahora algunos de estos estados están impacientes, también porque el bienestar (en realidad el bienestar es solo un reflejo de la valoración del capital) ya no parece garantizado y buscan nuevos caminos que incluyen relaciones ventajosas (algunas existentes y otras en proceso de un mayor desarrollo) con China y Rusia. Estados Unidos, con una economía en dificultades, no puede permitir que esto suceda, pero no puede vencer económicamente. La valoración del gran capital de las barras y estrellas (no de los "americanos": muchos "americanos" tanto en Estados Unidos como en el resto del continente no tienen nada que ganar con la política de sus administradores) se inclina hacía sendas que no son estrictamente económicos. Por ejemplo, para conseguir que tus productos sean consumidos, puedes actuar para que los productos de otros no lleguen al mercado destruyendo sus redes comerciales, o simplemente por compulsión: tienes que comprar el nuestro aunque no te convenga. Por otro lado, se puede crear consenso para generar un consumo de bienes particulares (armamentos) comprados por el Estado; creando así una demanda por lo demás inexistente y conspicua para uno de los sectores que ejercen como motor de la economía nacional (la vieja carrera armamentista). Esto va en detrimento también de las clases populares nacionales, pero eso obviamente interesa lo justo a la administración central.
En resumen, separar a la rica Europa de Asia y mantenerla, para su desventaja, dentro del mecanismo de valoración del capital de las barras y estrellas. En mi opinión, esto es lo que está en juego. Si es así, se entiende perfectamente la política desarrollada durante décadas por la OTAN (lo que significa clases dominantes de los EE.UU.) ampliándose hacia el este y la puesta en escena de una trampa muy bien diseñada que, teniendo en cuenta los objetivos de Putin, no podía dejar de activarse. En resumen, el objetivo es "levantar un nuevo muro", que divida a Europa no solo de Rusia, sino también de China.
Si todo esto tiene un sentido, la guerra está ahí porque es parte de un plan estratégico de las barras y estrellas. Querrán hacer las paces (ciertamente no Zelensky, que es solo un instrumento, pues para la administración de las barras y estrellas los ucranianos son solo carne de cañón) solo cuando este objetivo esté consolidado. Por eso quieren que el pantano alcance un nivel adecuado de lodo y, al mismo tiempo, las industrias militares y las gasísticas ganen lo suficiente. Divide y vencerás.
El capitalismo crepuscular pone en marcha mecanismos de acumulación "irracionales" desde el punto de vista de la ventaja económica, en el sentido de que ciertos capitales hegemónicos se potencian poniendo condiciones coercitivas para el desarrollo del sistema de producción y consumo de modo que puedan potenciarse a expensas de otros que en cambio se potenciarían sin esas condiciones "artificiales". Es una especie de neocolonialismo de rapiña. Uno se pregunta cuánto puede resistir a largo plazo, pero los fantasmas "decisorios" razonan sobre la base de su propia posibilidad de supervivencia, no de la del sistema. Que no sean necesarios al sistema (al fracasar tras una posible derrota con los competidores) o que el sistema no exista (fracasar porque ya no juegas), dicho en estos términos para ellos es lo mismo: perderían.
La esperanza es que prevalga el sentido común, en el sentido de establecer nuevas reglas globales del proceso de valorización de forma no violenta. Para ello, los EE.UU. deben aceptar que ya no están solos y que además están en declive, y los demás deben aceptar pagar un buen tributo para que sean buenos.