Thursday, 20 August 2020

Fenomenología de Chiara Ferragni por Roberto Fineschi

Mi texto Fenomenologia della Ferragni ha sido traducido en castellano por Carlos V Habsburgo. Muy agradecido. 


Fenomenologia della Ferragni 



Fenomenología de Chiara Ferragni

di 

Roberto Fineschi


Muchos, incluso voces autorizadas, se han preguntado si la galería de los Uffizi ha hecho bien escogiendo a Chiara Ferragni como imagen. Implícitamente, aún sin querer, se critica que el mundo que esta chica representa no tiene que ver con los Uffizi y la alta cultura. Otros, por el contrario, piensan en qué tiene de malo que Chiara Ferragni tenga éxito: es una chica guapa a la que le gusta mostrarse y está orgullosa de ello, con el beneplácito de muchos. ¿Hay algo de malo en ello? No, la chica aprovecha para hacer publicidad de perfumes, vestidos, accesorios, etc y ganar un montón de dinero. ¿Es un error? Es una cosa normal en un mundo mercantil.

Si te gustan mucho los vestidos, los accesorios, el aspecto de Chiara Ferragni, ¿haces algo criticable?, ¿algo socialmente inaceptable o reprobable? No creo, todas son cosas buenas o malas según los gustos. El problema no es ése. 

La cuestión se hace más compleja por el hecho de que Ferragni hace de su orgulloso hedonismo exhibicionista no un estilo de vida, sino la vida misma. Eso ocupa cada esfera de su vida, desde su hijo hasta sus “buenas obras”. Esto no sé si está mal, pero es, digamos, peligroso. Si aceptamos la idea de que la libertad y la ciudadanía implican, de hecho, que conocimiento, participación y socialización son constitutivos del hecho de vivir juntos, estos valores no pueden ponerse en el mismo plano que los bienes efímeros, sino desaparecerían. No por moralismo, sino porque pensar el concepto de ciudadanía implica determinadas consecuencias. No se trata, por tanto, de hacer o no hacer determinadas cosas, sino de su posición en la escala de referencia de la ciudadanía activa.

Si pienso sólo en perfumes, vestidos, fútbol, sexo, selfies o lo que queráis, nunca estaré en condiciones de comprender como funciona el mundo y, por tanto, cuál es mi condición, posición, rol en él. Esto se sobreentiende. Vamos con las cosas serias: 

El rey no es rey sin súbditos. Si los individuos no aceptasen, conscientemente o no, el propio rol de súbditos, el rey no existiría. Pese a lo que el rey diga, él no es rey ni por naturaleza, ni por voluntad divina, sino porque ellos se comportan con respecto a él como subordinados. Son categorías de reflexión, que dirían Hegel y Marx. 

Si todos fueran como yo, la cuenta bancaria de Chiara Ferragni se parecería a la mía. Pero, afortunadamente en muchos aspectos, muchos no lo son. Lo que quiero decir es que sin sus millones de “followers”, el fenómeno no existiría. La chica es el reflejo de un fenómeno social encarnado en un individuo, es su personificación, es ese fenómeno en carne y hueso, como un fetiche humano ante nuestros ojos. Condenar la personificación y no ver el fenómeno es un error práctico y teórico.

El fenómeno es un extendido proceso de formación de individuos que consideran ese modelo de vida como la máxima realización posible: ricos, guapos, admirados, autoreferenciales. No ciudadanos, sino consumidores que anhelan consumir y ser consumidos a la máxima potencia. Lo que hay que explicar es por qué esto es tan popular.

El consumidor tonto es el ideal: no compra basándose en la calidad o la necesidad, sino en base a modas y necesidades que le vienen propuestas/impuestas vía marketing. Para ser feliz así, su horizonte de sentido debe ser muy restringido, elemental. Para producir semejante sujeto basta con no cultivarlo, o instruirlo, pero sólo técnicamente, de manera que sepa hacer su tarea específica, pero no esté en condiciones de pensar la complejidad. Muy competente, pero estúpido. Para pensar la complejidad, se dirigirá a sus respectivos técnicos competentes que decidirán por él cosas que él no está en condiciones de entender porque no es asunto suyo.

¿Cómo se llega a este resultado? En parte, con un sistema educativo poco eficiente o frenado por las instituciones, en lugar de ayudado. O con un sistema que funcione selectivamente educando de verdad sólo a los pocos necesarios para gestionarlo desde posiciones superiores.

Si consideramos que esta es una fotografía de la situación, la pregunta a responder es cuál es la estrategia que subyace a estas prácticas. Se trata de comprender no sólo que es una lógica de clase, sino qué dinámicas estructurales han traído estas tendencias.

¿Por qué a lo largo de una importante fase de su historia la burguesía ha luchado por la extensión de la educación, por la emancipación cultural, por la ciudadanía universal? Era un slogan fundamental de sus reivindicaciones más extremas. Enfadarse con Chiara Ferragni o con sus followers fanáticos no sirve de nada, hay que entender por qué el desarrollo del modo de producción capitalista ha llevado a cambios culturales de esta envergadura.

La persona, la categoría fundamental de la ideología burguesa, la reivindicación de la excelencia por la burguesía progresista, el objetivo de revoluciones combatidas arma en mano, ya no está en auge. Junto a ella, han perdido popularidad dos de sus características fundamentales, la abstracta libertad y la igualdad.

Por balbucear el léxico de la economía mainstream, la remuneración del factor “trabajo”, dadas las condiciones de reproducción y valorización del capitalismo crepuscular, no garantizan determinadas condiciones de vida a todos. La pléyade de trabajadores anula la competitividad de su oferta. No hay cualificación, no hay condición que no sea excedentaria (o son poquísimas). De la limosna del sistema viven miles de millones de personas.

La imposibilidad de que todas ellas puedan convertirse en personas implica la imposibilidad delas direcciones por parte de los capitalistas y el paralelo desarrollo de técnicas de dominio. Implica la renuncia a hacer personas y el desarrollo de dinámicas de dominio y contención. Una fuerza que debe ser hegemónica en cuanto tal sin poder convertirse en cultura. 

Pone también sobre la mesa la posibilidad de una reestructuración explícitamente neoesclavista de la sociedad. Con este fin se puede proceder sobre, al menos, dos planos paralelos: por una parte, crear una formación y un sentido común social de clase relativo a competencias y capacidad de hecho de ejercitar determinadas funciones sociales. Por otra parte, cultivar el cretinismo de masas, de manera que las razones y las dinámicas de los procesos desaparezcan de la percepción.

Las dinámicas objetivas de reproducción parecen, a la vez, producir al individuo como único sujeto social posible (por tanto, el modelo individualista de Locke como ontología social de referencia genérica) y, al mismo tiempo, la no universalidad de la persona, por lo que el individuo es un “único” que, en cuanto tal, puede ser organizado jerárquicamente.

La clásica condición de persona burguesa, en el horizonte capitalista, implicaba que mi capacidad performativa única, a paridad de condiciones, determinaba mi posición social. Es el modelo americano en estado puro. Como alternativa a ésto, ya no es mi capacidad performativa, sino mi capacidad potencial deducida “naturalmente” o por criterios “socio-culturales”, la que determina mi posición. Es el neoesclavismo. Ambos modelos pueden convivir. Pero en ambos casos, es el individuo, por lo que hace o por lo que es, el eje ontológico de referencia.

La suma de tales individuos que llamamos “clase dominante” es en realidad, funcionalmente, una clase. El resto, la multitud de parias, lejos de configurarse como un sujeto antagonista, asume cada vez más la forma de una neoplebe, los humiliores del Bajo Imperio, carne de consumo.

Desmembrando, descentralizando, automatizando el proceso de trabajo, el capital crea la posible superación de la necesidad del trabajo. Pero dentro de los confines capitalistas, ésto instaura dinámicas perversas y una potencial despreocupación (seguidismo) de masas.

Ese es el marco del hedonismo consumista, que sirve tanto de espejismo para los vagabundos, como de lavado de cerebro para quien, teniendo potencialmente los medios, podría darse cuenta y convertirse en peligroso. Además de consumir, la multitud necesita desear, creer, aspirar a algo. Es más seguro dar contenidos inocuos (y rentables) a estas aspiraciones. 

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